La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) estima que hoy hay 59.2 millones de desplazados forzosos en el mundo. Cada día, 42.500 personas se ven obligadas a huir de sus casas porque su vida corre peligro. Dato que supera muy de largo los movimientos forzosos que se produjeron durante la II Guerra Mundial. Estos desplazamientos provocados por las guerras y la persecución no han parado de crecer de forma acelerada en los últimos 2 años. De los 42-45 millones de desplazados que se contabilizaban entre 2006 y 2012 se ha pasado a 51.2 millones en 2013 y a 59.5 millones en 2014, lo que nos deja la cruda cifra de 8 millones de desplazados más en un solo año.
El alto nivel de conflictividad y violencia de los países de procedencia de estos desplazados es el principal motor de esta crisis humanitaria. El caso de los refugiados sirios es el que ha atraído una mayor atención, tanto por el dramatismo de las imágenes como por la magnitud de los flujos que están llegando al corazón de Europa. Como informaba ACNUR a finales de 2014, el conflicto ha forzado a convertirse en refugiadas a 2.5 millones de personas y ha hecho que 6.5 millones más se desplacen dentro del país. Sin embargo, no podemos olvidar que a estos sirios se les suma un número significativo de desplazados provenientes de países como Afganistán, Somalia o Sudán.
Los estados miembros de la Unión Europea no son, ni de lejos, los países que más carga soportan. Alrededor del 90% de los refugiados del mundo viven en países en vías de desarrollo de acuerdo con ACNUR. El país del mundo que más refugiados acoge es Turquía, con más de 1.6 millones personas, al que le sigue muy de cerca Pakistán, con 1.5. Países como el Líbano o Irán acogen a más de un 1 millón de personas que cuentan con protección internacional. Mientras que dentro de las fronteras de Etiopía, Jordania o Kenia se encuentran en torno a 500.000 personas con estatuto de refugiado.
Por su parte, la Unión Europea, que se enfrenta a una pequeña parte del conjunto de la crisis, ha visto como se tambaleaban algunos de sus pilares fundamentales, como la libertad de movimiento en Europa. Por recordar algunos datos, en 2014 se resolvieron en todo el conjunto de la Unión 357.900 resoluciones de asilo, de las cuales 192.910 -es decir, el 55.3%- fueron negativas, como muestran los datos proporcionados por Eurostat. En este mismo año se produjeron 280.000 detecciones en las fronteras europeas, de las cuales cerca del 80% son personas susceptibles de merecer una protección internacional según ACNUR. Casi 200.000 personas llegaron por la ruta del Mediterráneo según FRONTEX (Annual Risk Analysis 2015) y unas 3.500 personas murieron tratando de cruzar esta frontera marítima. De igual forma, el número de personas detectadas en el conjunto de la UE con una estancia ilegal fue de 441.780, lo que representa un importante crecimiento con respecto a años previos, en buena medida porque se trata de personas de origen sirio y eritreo que han aplicado por una protección internacional.
En este contexto, la incapacidad de la Unión para hacer frente a esta crisis humanitaria se ha hecho patente. La imposibilidad para prever el problema que se acumulaba en sus fronteras más cercanas, su falta de respuesta al estancamiento de algunos conflictos armados como el de Siria o las dificultades para acordar un reparto solidario entre los países miembros son algunos ejemplos. Las cifras tanto de refugiados que intentan entrar a los estados miembros como de personas que ya se encuentran en ellos es insignificante en el marco de los más de 500 millones de ciudadanos que alberga la Unión Europea y de los 60 millones de desplazados que hay en el mundo.