“No estábamos solos y no lo vimos. Memoria e historia de la Transición” es el título del prólogo a la obra La calle es nuestra: la Transición en el País Vasco (1973-1982) [Bilbao, Mikel Toral], de reciente aparición.
La historia es un relato, pero no un relato más. A diferencia de cualquier otro, pretende sostenerse sobre la comprobación veraz de los hechos y sobre una lectura crítica de lo ocurrido, tanto de los acontecimientos como de los procesos en su conjunto. Ahí se diferencia pronto de lo que resulta tanto de la memoria como de la “convicción social”. Una y otra no tratan de quedarse con la realidad de lo sucedido, sino de generar un recuerdo que permita a los individuos concretos y a la comunidad en su conjunto convivir con sus respectivos pasados.
Por eso la historia es, por definición y desde siempre, incómoda, y la memoria acomodaticia. Historia y memoria están estrechamente relacionadas: sin una no hay otra, ni al revés. Si alguien no nos traslada su recuerdo para que lo depuremos y demos significado, no hay historia. Si no se construye racionalmente esa historia, los trazos de memoria son imágenes que vagan en la nada, que no proporcionan sentido cabal a lo acontecido. Historia y memoria son, por eso, como hermanas; o mejor, hermanastras: esta, sugerente y atractiva; aquella, hosca y grave.
Fuente: Anatomía de la Historia
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