Esta estructura social ideal muestra que entre los estadounidenses, la desigualdad no sólo está socialmente aceptada, sino que también está legitimada. Los estadounidenses no desean una sociedad igualitaria o, mejor, una sociedad en la que los recursos estarían repartidos igualitariamente, porque ello mataría su cultura basada en muchos mitos: el logro, la persona hecha a sí misma, el sueño americano... Y también acabaría con las bases en las que creen que se asienta su liderazgo como país en el mundo: sólo la competitividad, sólo la promesa del premio tras un gran esfuerzo, dicen, ha hecho posible que Estados Unidos se haya convertido en primera potencia.
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