El despotismo podía ser ilustrado, pero era despotismo. Las luces brillaban en los salones donde lanobleza ilustrada rivalizaba por favorecer la felicidad de sus súbditos y propiciar el progreso, a imitación de reyes cultos y benévolos.
Pero en la realidad, los déspotas que gobernaban el día a día, los que iban con su cartapacio lleno de papeles de covachuela en covachuela, sabían que dormirían mejor si mantenían “la cuerda tirante todos los días”, como le decía Floridablanca al gobernador del Consejo, Ventura Figueroa, íntimo delmarqués de la Ensenada, el ministro que se jactaba de mantener en la puerta de los arsenales una horca con el fin de disuadir a los vagos que pretendieran huir.
Esas horcas, tan comunes en los presidios y arsenales que dirigía el ministro de Marina, Guerra, Indias y Hacienda, iban a ser el destino de numerosos gitanos a partir del verano de 1749, pues el déspota Ensenada concibió el plan de “exterminar tan malvada raza” y lo llevó a cabo el 30 de julio de 1749, el día más negro de la historia de los gitanos españoles.
Fuente: Anatomía de la Historia
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