P. Después de 1989, solo se hablaba del "fin de la historia" en la democracia y la economía de mercado; en la actualidad estamos experimentando la aparición de un fenómeno nuevo en la forma de un liderazgo autoritario / populista --de Putin a Donald Trump, pasando por Erdogan. Claramente, una nueva "internacional autoritaria" está logrando cada vez más definir los discursos políticos. ¿Acertó su coetáneo Ralf Dahrendorf cuando pronosticó un siglo XXI autoritario? ¿Se puede, de hecho se debe, hablar de un cambio de época?
R. Después de 1989, solo se hablaba del "fin de la historia" en la democracia y la economía de mercado; en la actualidad estamos experimentando la aparición de un fenómeno nuevo en la forma de un liderazgo autoritario / populista --de Putin a Donald Trump, pasando por Erdogan. Claramente, una nueva "internacional autoritaria" está logrando cada vez más definir los discursos políticos. ¿Acertó su coetáneo Ralf Dahrendorf cuando pronosticó un siglo XXI autoritario? ¿Se puede, de hecho se debe, hablar de un cambio de época?
Después de la transformación de 1989-90 cuando Fukuyama aprovechó la consigna de la "posthistoria", acuñada originalmente por una especie de conservadurismo feroz, su reinterpretación expresó el triunfalismo miope de las élites occidentales, que se adhirieron a la creencia liberal de la prearmonía establecida de la economía de mercado y la democracia. Ambos elementos informan la dinámica de la modernización social, pero están vinculados a imperativos funcionales que chocan repetidamente. El equilibrio entre el crecimiento capitalista y la participación de la población -solamente a medias aceptada como socialmente justa- en el crecimiento de las economías altamente productivas sólo puede tener lugar en un Estado democrático digno de este nombre. Tal equilibrio, que justifica el nombre de "democracia capitalista", era, sin embargo, dentro de una perspectiva histórica, una excepción y no la regla. Solo eso ya hacía de la idea de una consolidación global del "sueño americano" una ilusión.
El nuevo desorden mundial, la impotencia de los EE.UU. y Europa con respecto al crecimiento de los conflictos internacionales, es profundamente inquietante, y las catástrofes humanitarias en Siria o Sudán del Sur nos conmocionan, así como los actos de terrorismo islamista. Sin embargo, no puedo reconocer en la constelación que usted indica una tendencia uniforme hacia un nuevo autoritarismo, sino, más bien, una variedad de causas estructurales y muchas coincidencias. Lo que les une es el teclado del nacionalismo, que ha comenzado también a ser utilizado en Occidente. Incluso antes de Putin y Erdogan, Rusia y Turquía no eran "democracias impolutas". Si Occidente hubiera aplicado una política un poco más inteligente, se hubiera podido fijar el curso de las relaciones con ambos países de manera diferente y las fuerzas liberales en sus poblaciones podrían haber sido reforzadas.
Fuente: ctxt.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario