Una mañana de 1793 llegaron dos emisarios reales a Castrillo de Duero, un villorrio acostado entre el Duratón y el Duero que fue fortín romano en la bronca frontera lusitana y atalaya cristiana contra las huestes musulmanas. Pedían voluntarios para la guerra que la monarquía española había declarado a la república francesa. El validoGodoy quería demostrar así su lealtad a Su Majestad Católica Carlos IV, muy ofendido porque los jacobinos habían guillotinado a su primo Luis XVI. Un joven labriego de 18 años, llamado Juan Martín Díez, se alistó. El recluta conoció la vida esforzada de la infantería y lo cierto es que no le gustó demasiado. Sólo cuando fue nombrado ordenanza del general Ricardos, pudo respirar el aire del Alto Mando y demostrar, de paso, que era un excelente jinete.
Fuente: Anatomía de la Historia
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