Durante la Segunda Guerra Mundial se produjo en Europa uno de los crímenes más atroces de la Historia: el aniquilamiento de millones de personas en los campos de exterminio nazis. Ante tal holocausto, unos optaron por callar y mirar hacia otro lado; otros, en cambio, adoptaron un papel activo para impedir toda aquella barbarie en la medida de sus posibilidades. Uno de esos hombres excepcionales fue Ángel Sanz Briz, un diplomático zaragozano destinado en Budapestque, gracias a la concesión urgente de documentación española, salvó la vida de unos 3.500 judíos húngaros que de otro modo habrían estado sentenciados.
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