Vivimos en la cara amable de la sociedad de consumo. Escaparates, moda, ofertas, entretenimiento… Paseamos por calles llenas de tiendas y nos metemos en enormes centros comerciales, y nos dejamos distraer por las luces de colores y esos carteles gigantes que anuncian rebajas. Y entramos y salimos de los establecimientos, y repasamos cada rincón de sus estanterías. Buscando eso que no necesitamos. Deseando tenerlo para saciar un impulso incontrolable que nace de la televisión y la publicidad.
Ese impulso que en Occidente nos lleva al consumismo es el que permite, al mismo tiempo, que se mantenga la explotación en otros países. En la fábrica del mundo, situada especialmente en el sur y este de Asia (en un enorme arco que viaja desde Pakistán hasta el norte de la costa china), las únicas rebajas que conocen los trabajadores son las que sufren sus salarios. Es la cara oscura de la sociedad de consumo.
Viendo el siguiente vídeo se nos plantea que los que viven esclavizados y presos de un sistema injusto son los niños que fabrican zapatos, las mujeres que cosen camisetas y los hombres con salarios ridículos. Siendo esto completamente cierto, es interesante ampliar la visión crítica y añadir: ¿y qué hay de los niños, mujeres y hombres que hacen el papel de compradores compulsivos?, ¿son afortunados por vivir en la cara amable de la sociedad de consumo?
Fuente: muhimu.es
Nota: Desde la literatura también podemos sensibilizarnos en este tema. Concretamente, leyendo y hablando sobre el cuento de Oscar Wilde, El joven rey.